miércoles, 29 de julio de 2009

Escribo, luego hablo

En un principio fue la lengua. En estricto orden de aparición, hablamos y luego escribimos. ¿Quién diablos dijo que tenía que ponerle un acento al sujeto cuando hiciera una interrogación? ¿Quién sabe quién fue ese quien que sin acento sigue siendo quién? Convencionalismos tales como mayúsculas, tildes, puntaciones y demás artilugios que hacen de la escritura un privilegio de pocos.

En un principio fue la lengua. Cuando se descompuso el habla, se descompuso la escritura. La multiplicidad de vicios y ociosidades al hablar y al escribir se ha vuelto usual, pero no por ello menos insultante. Yo soy de esas quisquillosas que voltea los ojos cuando encuentra errores a ultranza en un texto y de las que hace oídos sordos a afirmaciones tales como "dijistes" o el famosísimo "haiga sido como haiga sido".

Si usted, estimado lector, considera mis apreciaciones un elitismo despótico, o bien, una mamonería ilustrada, está usted en su derecho de hacerlo. Puede ignorar este post y seguir balbuciendo y suscribiendo como le venga en gana... A ver si alguien lo toma en serio. Yo al menos no lo haré y me seguiré burlando en su cara.

Enumero aquí algunas de esas faltas que enervan mi sensibilidad escrita:

-Mi mamá dice que comerse letras al escribir, engorda. Y vaya que tiene razón. (No como cierts imbcils ke skribn kmiendse ls ltrs) Lo malo es que esa clase de gentuza, comedores compulsivos de letras, normalmente padecen anorexia cerebral. Algunos alegarán premura al escribir y un teclado poco amable. En la mayoría de los casos, engullir palabras es uno de los vicios más desdeñables de la escritura.

-Están también los menos torpes, que no se comen letras pero devoran tildes a placer; unos por omisión y otros por holgazanería pura. Aquí puedo hacer una dolorosa excepción. Si bien, es molesto, puede uno hacerse el miope y llevarla en paz con quien escribe.

Dicha costumbre se vuelve pavorosa si quien suscribe sin acentos gráficos se autodenomina "estudiante de comunicación". Créanme -y sin afán de herir susceptibilidades-, conozco a muchos imbéciles orgullosos de serlo.

Visiten este blog: En busca de los acentos perdidos. Caramba, hasta que alguien se compadeció de las palabras sin copete. Nada más no se ofendan porque un foráneo viene a ACENTUAR nuestra torpeza.

-Como si no hubiera alfabeto suficiente de dónde escoger: ay kienes ad+ de komerse letras les gusta kambiarlas, estand koncientes de su error deliberado. Esos sí que no tienen manera de expiar sus culpas. A tales pusilánimes, se les debería condenar obligándolos a cargar un pesado diccionario por toda la eternidad.

-Suenan igual, pero se escriben diferente. Son los condenados homónimos. Infames, hacen que cualquier descuidado tropiece al escribir. Imagine si escribo me voy a casar: el impacto es menor si lo escribo con z. Es de humanos errar… y de equinos herrar. Aquí viene el pavor siguiente...

-Espolvoreé letras de más en sus textos y obtendrá un inmundo caldo de errores. De hecho, yo siempre echo al olvido a quien pone una H de más al hecho de arrojar algo.

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He de admitir que no siempre soy precisa en la escritura. Hay errores que son comprensibles. Siempre he pensado que la belleza de nuestra lengua radica en su complejidad, por eso mi empeño en hacerlo impecable, aunque de vez en cuando me equivoque.

Lo que sí se me hace imperdonable, es que se hable con el estúpido empeño de decir nada, enrareciendo cada frase y descomponiendo afirmaciones con cacofonías, barbarismos y onomatopeyas:

-Existen quienes cometen la osadía de agregar eses a los verbos: fuistes, hicistes, jugastes... En personas que se ufanan de sus conocimientos, el oprobio es tal, que yo más bien imagino que agregan heces a sus palabras.

-Hay quienes modifican todo, trastornándolo en un error subordinado a la flojera. Por ejemplo, yo no como picsas, ni desayuno cerial, así como tampoco suelo copear en los exámenes.... pues ni que estuviéramos en una fiesta. Es más bien la pasarela de la aberración audible.

Sin embargo, el ingenio morboso de ciertas empresas se vale de la estupidez hablada. Vea usted cómo le han sacado provecho a la impericia verbal (de hecho, las ventas de Pepsi aumentaron tras este spot):



La Pepsi si se pasó de la raya: democratiza la ignorancia. Yo por eso siempre he preferido la Coca-Cola. Con esa no hay pierde.

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Si usted, que ha llegado hasta este punto del blog, sopesa en su conciencia y no profesa cierto odio, desdén o rencor; de seguro es tan meticuloso, exigente y mamón como yo.

Existe un nuevo tipo de analfabetismo. Hay quien sabe leer, e incluso escribir decentemente. Sin embargo, al momento de evaluar su comprensión de lectura, el marasmo es inminente.

Y es que no se trata de ser mamones, mamilas o excluyentes. No es que me guste pitorrearme en su cara por el puro gusto de demostrar cuánto aprendí en mis clases de español y menoscabar al pobre que no entendió o al holgazán que le valió madre.

Supongo que en la medida que vamos poniéndole acentos a las palabras, acentuamos alguna virtud. Asimismo, si dejamos de omitir por gusto, nos acercamos más al conocimiento y no a la indiferencia que deviene en otros vicios, mucho más graves y más perjudiciales.

El proceso de formación de un granuja empieza por la lengua.

jueves, 23 de julio de 2009

La Infinita Temporalidad de la Música-II

Cuando uno se aventura a los confines del pasado, corre el riesgo de conjugar lo vivido en presente o peor aún, trasladarlo a un indefinido gerundio, prolongando lo vivido al infinito, trasladando lo que ya se fue a nuestro presente en una espiral mortal.

Para quien se dice semióta –yo más bien creo que son semi-idiotas, ja-, no cabe duda que la música como elemento significante bla, bla, bla… Es ese blablabear único y personalísimo el que hace que una rola me suene a dicha mientras usted saborea mierda -y viceversa-. O ya en Arjonismo (aunque el tipo me sulfure): música es verbo, no sustantivo.

Partiendo de la desvergonzada premisa, puede usted conjugar la música en el tiempo que a usted más le agrade. Este post está dedicado a conjugar mi música en pasado y su perversa trascendencia en mis tímpanos. Ya ni hablemos del corazón…

Es como sumergirse en una tina llena de su propia vulnerabilidad. El caldo de flaqueza para el espíritu frágil, el narcótico preciso y precioso de los melómanos, el hipnótico de los ociosos… Vayamos pues al grano:

2000-2003: La infame secundaria y el antecedente inmediato de los emos

Mi nombre no es Darinka por una casualidad. He tenido que repetir mi apelativo infinidad de veces porque, al parecer, quien lo escucha no lo digiere bien la primera vez. En aquélla tormentosa época puberta preferí ahorrarme el teatrito presentándome con mi primer nombre: Me llamo Karen y Sanseacabó. Digo que no es casualidad que me llame así porque esa misma inusual condición que tiene mi nombre (aún la tiene, para quien lo cree en popularidad) fue la que dirigió los rumbos de mi vida, haciéndolos complicados, intrincados y difíciles.

Fue la secundaria la época más cengorrosa y problemática de mi vida. Medio rebelde y medio ñoña, medio gorda y medio arisca, medio simpática y medio despreciable... Nada más observe este cocktail de géneros: así era mi vida cuando asistía a la H. Secundaria Diurna Número 13, enfundada de faldita gris y suéter verde:


El Haragán y Cia: “No estoy muerto, simplemente estoy durmiendo”: eso, en plena clase de Física o Química con aquélla antipática maestra que cargaba consigo una campana para hacerse notar de tan gris y simple, era un oasis de irreverencia ante tal ofensa a la sensibilidad.

Aterciopelados: Bolero Falaz obviamente era de mis favoritas y aquélla alegre tonada “El álbum de mi cabeza sólo con fotos tuyas se llena”. Pura buena vibra.

Lila Downs: Era la época en la que exacerbaba el nacionalismo. Mi indumentaria tenía siempre algún toquecito artesanal. Todavía recuerdo cuando fui a verla a un concierto al CNA. Al final de la tocada ella misma andaba vendiendo sus CD’s. Quién la viera ahora con la ceja depilada, quince kilos menos y un séquito de guaruras.

Cecilia Toussaint: Reminiscencias de mi primera etapa de vida.

He de confesar que por esas mismas épocas empecé a leer como si no hubiera nacido para hacer otra cosa. En la clase de español siempre fui la consentida. Un libro que se me viene a la mente al escuchar lo que viene a continuación es La Tumba y toda su Onda, que para mí fue más bien mala onda porque no tenía ni idea de qué carajos estaba haciendo en el mundo y menos con esa clase de lecturas.


Raíz: Cualquiera en edad adolescente puede deprimirse al más puro estilo sentimentaloide escuchando Bahía. En un mood completamente melancólico evoca a Frida y a Diego, mis pintores de época. Y finaliza con Chiapas. Ya se imaginará usted cuán doloroso es este disco.

¡Mira que eres canalla!: En una de mis andadas hippies por Coyoacán me encontré este disco. Era la temporada en que Coyoacán se desparramaba en folclor y colorido, la misma etapa en la que gastaba mis fines de semana en la Plaza Hidalgo. Ahí conocí a Jorge Drexler… La era de los descubrimientos dichosos envueltos en sombras.

Un Secreto a Voces: Otro compilatorio para llorar.

Campo de Sueños: Temporada de canciones informales, como dice Delgado Fernandillo. Me complacía escuchando Luna en Lunes.


Sí, sí, sí… ahí viene el pop:


No Angel: Cuando alguien pone “Thank You” me viene a la memoria el salón al final de las escaleras y aquéllas niñas, más que populares, populosas; con las que nunca me pude llevar. Me acuerdo que veía el vídeo de la canción en el Canal 28, cuando sólo trasmitían vídeos ¿se acuerda usted?

Laundry Service: Fue aquí cuando se le cayó la gracia. Empezó a mover las caderas y le dio al traste a tan dichosa carrera. No me esperaba ni que cantara en inglés ni que el azabache de sus trenzas se volviera Güero Miss Clairol. Pero lo escuché completito. Luego lo deseché…

M2M: Pues sí, era de ocasión. Mi favorita era Mirror Mirror, supongo porque era la más desventurada de todas.

Blink 182: Lo que me gustaba era la irreverencia de los tipos cuando corrían en pelotas por la calle, nada más.

Aquí viene lo determinante y trascendente:


All That You Can’t Leave Behind: Este álbum fue el inicio de mi eterno gusto por U2. Con éste empecé y todavía no acabo. En el 2000 se llevaron un premio por la mejor canción del año por Beautiful Day y con esa empecé a escucharlos con suma atención. Mi favorita es Kite. No fue hasta la prepa que me hice grupie declarada.

Alanis Morrisette: El disco salió en el 99 y lo escuché hasta el 2001. Iba en segundo de secundaria y los niños comenzaban a ser un problema (...): aquí cabe bien “King of Pain”. Como buena adolescente enrevesada en una sublevación empecinada e insustentable contra todo, fuera autoridad o no; en ocasiones me asaltaba cierta culpa por ser mal portada e irreverente. Aquí suena “That I Would be Good”.

The Corrs: Y alguien nadaba en mi cabeza con la rola de “Radio”. Años más tarde habría de recordar la ignominiosa frase camino a Oaxaca. No se hable más del tema.

Californication: Los amé. ¿Recuerda usted aquél lúgubre vídeo de Otherside? Era mi favorito. Este disco lo recuerdo en el trance impreciso de la primaria a la secundaria, en oposición estruendosa a todo lo que escuchaba hasta entonces. Por eso los amaba

Asentado ya en este post mi escaso conocimiento musical en aquélla etapa y haciendo un recuento de mis días de secundaria, que no le quede duda, estimado lector: yo fui en ese distante entonces lo que hoy podríamos definir como el antecedente más inmediato de los emos. Horror de horrores… Resumen siniestro de mi adolescencia.

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Quien acabe de leer este post puede quedar con un gusto insípido en los tímpanos. Pero fui yo en la época más desdibujada, en la fase más ambigua, la temporada gris en la que no era niña ni tampoco adolescente. Mis amigos eran todos mayores que yo, como a la fecha siguen siéndolo.

Confusión, ambigüedad e imprecisión. Esa era Karen que devino en Darinka.

Uno no puede negar lo que fue y seguir adelante como si nada. Sigo siendo tan Karen como Darinka, aunque tenga que repetir mi nombre hasta tres veces y terminar diciendo Karen… para variar.

Son esas épocas vividas las que nos convierten en las personas que somos y no otros, los que ponen en nuestra lengua determinadas palabras, los que dan timbre a nuestra voz y color a nuestra mirada: Yo soy yo y mi circunstancia.

Siga usted al pendiente de este blog medio olvidado y medio en desuso. Karen Darinka sigue aprendiendo a andar en bici…