viernes, 23 de enero de 2009

Año electoral y las disculpas de una escritora desobligada

El 2009 no tuvo nada de nuevo ni siquiera el 1 de enero. Lo que sigue es ya muy conocido por los mexicanos: crisis y elecciones federales. Pero no nos apresuremos y agrupemos los sucesos en orden.

Desde que tengo memoria vivimos en crisis. Yo nunca viví en épocas de vacas gordas. Lo que viene ahora es una profundización de nuestro estado permanente de depresión (hablo en materia económica, eh). Día a día se nos dejan venir las nuevas de que tal o cual empresa despidió a millares de empleados, que si la bolsa retrocedió de manera estrepitosa, que si habrá un paro técnico en un montón de empresas. Y luego vienen a decirnos que este año habrá crecimiento cero. (Ah caray… ¿apoco habíamos crecido antes?) 

Con la llegada de Obama a la Casa Blanca los ingenuos creen que las cosas van a mejorar. Supongamos que el señor es un buen presidente. La premisa de todo buen presidente es crear un estado de bienestar para su nación. Y nosotros, por muy gringos que nos sintamos hablando inglés y otras nimiedades, seguimos siendo Mexican Currency, pesitos de a catorce por dólar. Seguimos siendo ilusos buscadores de héroes que vengan a salvarnos de las garras de la recesión y muchos apuestan a que Obama sea la solución global a todo: guerra, política, crisis, migración… (Puede agregar aquí el tema que más le preocupe). 

En unos días más viene un gran elefante blanco: el Foro Económico Mundial de Davos. Sin ser docta en materia económica, es claro que los estados habrán de intervenir en las políticas económicas de su país, inyectarán lana donde sea necesario y las cosas más o menos se compondrán. Los que antes enarbolaban la bandera del Neoliberalismo irán con la cola entre las patas. No es necesario ser economista para deducir que el mercado por sí solo es miope y corre sin lentes. Las cosas se reducen a una mala elección: muchos gobiernos eligieron muy mal en su momento la forma como habrían de conducirse con los bolsillos llenos. Las consecuencias ya están aquí.

Y ya que hablé de malas elecciones, pasemos a lo electoral. Comenzamos el 1 de febrero en el naciente municipio de Tulum en Quintana Roo como una probadita de la grande de julio 5. El IFE ya prendió los monitores y está dispuesto a sancionar a quien se adelante. Que quede claro que esto lo dice de dientes para afuera. 

La democracia usa métodos oligárquicos. Basta echar un vistazo al interior de los partidos políticos y ver cómo se las gastan para elegir a sus candidatos. La siguiente legislatura estará llena por el método de elección directa (léase, dedazo). Pero eso sí… no olvide que la democracia se nutre de ala participación ciudadana en las urnas.  Los científicos políticos aseguran que esto no resta en nada legitimidad al proceso (…) 

Es tiempo de elegir. ¿Qué escoge usted, pan Bimbo o Wonder? ¿Acaso no hay más opción? No. Es lo que hay. Yo hace mucho que dejé de tragarme la idea romántica de la democracia como la panacea de la sociedad. 

***

Caí en el desuso de este blog, no por desidia o por haber sido presa de un bloqueo literario o cualesquiera  que puedan ser sus vertientes. Digamos que fue una pausa precisa y casi requerida en esta obligación casi religiosa que tengo por escribir. A la postre de un desolador enero del que muchos prefieren no guardar memoria, vengo aquí a plasmar una que otra impresión. 

Una de las cosas que me motivó a retomar este espacio (espero de manera un poco más constante), fue la lectura del blog de la fundación Saramago. Sírvase quien tenga a mal leer estas palabras y tome los párrafos introductorios como una redención confesa del casi autor que no publica. Ni modo, mis periodos de bipolaridad no me permitieron hacer públicas ni una de las palabras que transcribí en la bitácora de mis días. 

Habré de regresar a lo mío. 

Las elecciones no sólo se dan en el ámbito político-social. Hay que escoger el mejor modo de pensamiento para que la realidad sea un poco más llevadera, escoger entre actuar y permanecer estático, hablar o quedarse callado. A veces es mejor emitir un voto de silencio. O en blanco.

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